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No siempre publico lo que escribo. Entre otras cosas, porque no siempre acabo los textos que comienzo. La excesiva carga de trabajo y de compromisos sociales, y la necesidad imperiosa -no lograda tanto como desearía- de no encender el ordenador durante los fines de semana ha impedido que concluya varias ideas que empezaba a poner negro sobre blanco en documentos abiertos de Word.
Hace unas semanas, un compañero y amigo me recordó que hacía tiempo que no escribía nada nuevo en el blog. Le respondí que la falta de tiempo y la rutina eran las causas de mi silencio: «Tampoco me ha pasado nada nuevo digno de contar», afirmé. La rutina es como una cazadora a finales de primavera. Nos acompaña todo el día de forma imperceptible pero la consideramos una carga cuando el tiempo no cambia.
Justo en el momento en el que nos vemos en mitad de un chaparrón imprevisto, añoramos la ausencia del abrigo conocido y pronunciamos aquello de: «Bendita rutina».
Siempre pasa algo nuevo que te cambia los planes, y esa «improvisación rutinaria» se convierte en un gran incentivo.
Aunque, he de reconocerlo, también quema. Sobre todo, en estas semanas de constante campaña enlazando unas elecciones con otras. Consciente del calendario que se me avecinaba y en el que estoy totalmente inmerso aunque sin imaginarme la sorpresa del adelanto de las generales , en diciembre empecé a perpetrar un alto en el camino para el mes de marzo: un viaje a Argentina con el que llevaba soñando desde hace muchos años.